Ninguna despedida deja de ser triste. Eran las seis de la mañana de un dia frio y lluvioso, por fin había culminado los días de clases y me encontraba con mi padre en el comedor platicando acerca de lo que iba hacer cuando cumpliera mi mayoría de edad. La verdad a mí siempre me gusto escribir y leer pero mi padre siempre decía que eso era una pérdida de tiempo.
Yo vivía en un pueblo llamado ovejas sucres, allí fue donde viví mi infancia y parte de mi adolescencia. Era un pueblo muy pequeño pero acogedor y lindo. Me encontraba en el undécimo y penúltimo mes del año. Uno de los más bonitos, noviembre, donde caen las bellas flores y aparece el otoño. Había llegado a mi pueblo un circo, me parecía interesante poder descubrir la magia los trucos y la imaginación que ellos confeccionaban, eran tan reales y a la vez tan fantásticos. Decidí ir al día siguiente pero el clima no estaba de mi lado, había cuantiosa tormentas e infinitos relámpagos, mientras que esperaba a que escamparame dispuse a realizar lo que más me gustaba, leer unos de mis ensayos favoritos llamado el libro de sueños de Jorge Luis Borges.
Al concluir esa llovizna me fui directo al circo ya que no quedaba muy lejos de mi casa, al llegar vi una inmensa serie de personas haciendo fila para entrar, la gente dialogaba acerca de los shows que se iban a presentar, yo al escuchar eso me emocionaba mas, pero me llamo la atención algo que vi no muy lejos de donde me encontraba. Animales encerrados en jaulas que pedían que los soltaran y que los dejaran en libertad, minutos después la fila avanzo y yo sin más preámbulo entre. Lo primero que vi fue una mujer, una trapecista que envolvía sus esplendoroso cuerpo en una simple cinta de color, volaba y realizaba varias figuras en el aire, a partir de allí creí en el amor a primera vista, era algo tan precioso, peregrino e idílico que me enamore, me enamore de verdad. Desde ese día me llego a la mente pedirle trabajo a uno de los gerentes pero solo para poder verla a ella.
“La vida es un millón de momentos
Los tienes, de prisa se van.
Las horas nos escriben un cuento
Tu boca que me pide más.
Hay mil historias detrás de un silencio
Hay olas que se roba el mar
Tu abrazo se consume en el tiempo
Y en ti yo quiero descansar.”
Me dieron el trabajo pero solo como ayudante de un payaso, yo me conforme porque de igual forma yo solo quería tener una excusa para poder estar cerca de ella. Yo iba de miércoles a domingo. Ella siempre tan linda y hermosa como la primera vez que la vi, nunca me acerque a ella ni tuve el valor para hablarle tan solo yo tenía diez años y ella diecisiete, era obvio que ella nunca se iba a fijar en mi porque quizás nunca me veía o simplemente le parecía un niño. El circo duro en mi pueblo un mes y medio tiempo suficiente para ellos, y decidieron marcharse para México yo me encontraba todavía en vacaciones y decidí marcharme con ellos contra la voluntad de mi padre. En ese pueblo después de pasar tres semanas me di cuenta de que esa hermosa mujer se encontraba casada, no lo podía creer eran tan sencilla y mágica que nunca pensé que se fuera a comprometer tan joven, desde ese entonces me desilusione, supe que no tenía nada que hacer en ese circo y me vine de vuelta a mi pueblo a ovejas sucre el único lugar a donde pertenezco
Andrea Alvarez Bajaire